CACTÁCEAS Y SU IMPORTANCIA EN EL AMBIENTE
Pitahayas, es cosa fiera e de mucha salvajez la forma de ellos
Entre las plantas más notables
que caracterizan el paisaje de las zonas áridas de México se distingue, junto
con los magueyes, los mezquites y las yucas, un fascinante grupo vegetal, la
familia Cactaceae.
Las cactáceas, son autóctonas del
Continente Americano en donde se encuentran distribuidas especialmente en las
regiones áridas y semiáridas. México, por sus peculiares condiciones de
latitud, topografía y climas es el país que alberga, posiblemente, la mayor
cantidad de especies. Para conocerlas es necesario recorrer los escenarios en
que crecen; es indispensable visitar, entre otros, la espectacular zona de
Zapotitlán de las Salinas, cercana a Tehuacán, el ardiente Cañón de Tomellín,
la agreste Sierra de las Mixtecas, las impresionantes barrancas de Metztitlán
en Hidalgo y del Infiernillo en Querétaro, la cuenca del río Balsas, la extensa
Altiplanicie, la vertiente de los Estados del Pacífico, el desierto de Altar y
la maravillosa península de Raja California e islas adyacentes. Así se podrán
apreciar, por ejemplo, las fantásticas asociaciones de los gigantescos órganos,
candelabros, teteches y saguaros, la gran variedad de nopales y pitayos, las
grandes y pequeñas biznagas de magníficas flores y los legendarios peyotes que,
por sus extrañas formas, más parecen piedras que vegetales.
También las selvas húmedas de los
trópicos dan albergue a numerosas especies epífitas o trepadoras de cuyas ramas
cuelgan sus bellísimas, albas y fragantes flores nocturnas. Si estas plantas
sorprenden por las formas extraordinarias de sus tallos y hermosura de sus
flores, interesan también por la anatomía de sus estructuras y las modalidades
de su fisiología, indicadoras ambas de su admirable adaptación a la sequía.
Cuando a principios del
descubrimiento de América las cactáceas fueron conocidas en Europa, causaron
gran asombro y admiración por lo exótico y peculiar de su aspecto y pronto se
ocuparon de ellas botánicos, médicos y horticultores. La primera obra en que se
hace alusión a dichas plantas es la Historia general y natural de las Indias,
publicada en 1535, casi a raíz de la Conquista, y escrita por el capitán
Hernández de Oviedo y Valdés, primer cronista del Nuevo Mundo. En esta obra, el
autor dedica algunos capítulos a describir y señalar las propiedades de las
especies antillanas.
La primera obra en que se hace
alusión a dichas plantas es la Historia general y natural de las Indias,
publicada en 1535, casi a raíz de la Conquista, y escrita por el capitán
Hernández de Oviedo y Valdés, primer cronista del Nuevo Mundo. En esta obra, el
autor dedica algunos capítulos a describir y señalar las propiedades de las
especies antillanas. A continuación inserto algunos párrafos de esos primeros
relatos referentes a las cactáceas y así, en el capítulo XXVI de dicha obra
intitulada:
De los Cardones en que nasce la
fruta que llaman pitahaya, se lee lo siguiente:
"No es mala fructa ni dañosa y es de buen
parecer a la vista. Los cardones en que nascen estas pitahayas, es cosa fiera e
de mucha salvajez la forma de ellos, los cuales son verdes e las espinas,
pardas o blanquecinas, y la fructa colorada como he dicho e según aquí la he
dibuxado."
Y en el capítulo que se titula:
De unos cardos altos é derechos mayores que lanzas de armas (é aun como picas
luengas), quadrados y espinosos, é a los cuales llaman los Chripstianos cirios
por que parecen cirios o hachas de cera, excepto en las espinas el autor
agrega:
"Los cardones que los
Chripstianos llaman cirios en esta isla, hay los assi mismo en otras muchas y
en Tierra Firme. Estos son una manera de cardos muy espinosos é salvajes que no
hay en ellos parte donde se puedan tocar sin muy fieras espinas, non obstante
que la Natura se las pone por orden é á trechos unas de otras con mucho
concierto é compás repetidas en su composición."
Entre las primeras ilustraciones
que se hicieron de las cactáceas están las que decoran la iglesia parroquial de
Ixmiquilpan en el Estado de Hidalgo construida en 1550; en las paredes
laterales y a la entrada del templo, existen encantadores frescos recientemente
descubiertos, pues estuvieron ocultos por capas posteriores de pintura.
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